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Una caída muy real

Claro, hablamos últimamente tanto de caídas, que cuando el mismísimo Rey se pega una leche no podemos decir más que …”se veía venir“. Y es que desde hace unos meses (yo diría años), las caídas están a la orden del día en nuestras conversaciones. Que si cae el poder adquisitivo. Que si cae la venta de vehículos. Que si cae la bolsa. Que si cae el PP en intención de voto…

Y claro, ante tanta caída generalizada el primero de los Españoles no puede más que solidarizarse con sus subditos y esmorrarse contra el suelo cual muñeco pretendido por dos o más niños. Una accidentada caída, que no ha sido más que el reflejo de las vivencias de los Españoles durante estos últimos meses.

Y es que ya no son solo caídas, también hay cosas que suben…y en demasía. Sube el barril de petroleo, el pan, la leche, el sueldo (creo que ahí me he colado…jejeje), los impuestos, la gasolina…el diesel…En este tema, el de los combustibles, es más que triste el darse cuenta de que ya sabemos más del barril del petroleo que del de la cerveza.

¿Donde vamos a ir a parar? Lo malo es que no podemos hacer nada. Si un arabe estornuda, el barril sube un punto. Si se le sale un moco por la nariz, dicen que hay que bajar la producción y vuelve a subir el dichoso barril. Que EEUU fabrica una bala, vuelve a subir el barril. Y es que el barril sube por cualquier chorrada…pero nunca baja.

Y ese dichoso barril, que viene vestido con una túnica hasta los tobillos y aderezado con un trapo en la cabeza, mientras te saluda con la mano bocarriba en espera de que le des tus sudados dólares, no tiene piedad de ti, ni teme que te cagues en sus muertos. Recordemos que sus difuntos murieron hace ya muchos millones de años, sesenta más o menos y el recuerdo, aunque duradero, no tiene porqué traer consigo dolor. Además, que me venga a mi el dolor mientras brindo con champang y me meto en una piscina en pleno desierto para refrescar mis acaudalados atributos masculinos.

Qué tiempos aquellos en los que la palabra barril, pronunciada por uno de nuestros amigos, no traía desgracias si no alegrías. Qué tiempos aquellos, en los que la imagen que generaba tu cerebro para relacionarla con dicha palabra, no era un mugroso barril con petroleo sobresaliendo de la tapadora, sin no un inmaculado barril color plata, repleto de suculenta cerveza, que te hacía pasar las mejores veladas de toda la semana.

Así que hay que comprender a nuestro Rey y no hacer leña del arbol caído, que entre tantas caídas y subidas exageradas, nuestra vida más parece una atracción de feria que el regalo divino que se supone que Dios nos regaló. Una caída la puede tener cualquiera, lo único que tenemos que tener en cuenta es la dignidad con la que seamos capaces de levantarnos. Y de eso, nuestro Rey va sobrado.

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