Verán, para las personas que como yo viven a lomos de la carretera durante la mayor parte de la semana, las autovías son nuestro aliado más fiel a la hora de conseguir tener un viaje tranquilo y sereno hasta nuestro destino. Tal vez no lo hayan pensado nunca, pero un viaje de Algemesí a Utrera sin estas grandes amigas de los conductores que son las autovías, sería más una carrera de fondo que un mero trámite.

Las autovías poco a poco se están convirtiendo en una inmensa tela de araña que entrelaza todas las capitales de provincia y las acerca unas a otras recortando sus distancias y tejiendo una imponente red de calzadas que alejan el tráfico de las ciudades para llevarlo hacia las fueras. Ello hace que las empresas, que antaño estaban en el interior de nuestras ciudades y pueblos, se vean obligadas a salir al exterior e implantarse en los polígonos con el fin de facilitar el acceso a los vehículos pesados que servimos, cual hormiguitas trabajadoras que fuéramos, trayendo y llevando mercancías de un lugar a otro sin descanso.

Pudieran ustedes pensar que servidor es un autentico admirador de estas santas herramientas que tanto nos facilitan el trabajo a miles y miles de camioneros a lo largo y ancho del mundo, pero se equivocan.

Las autovías tendrán muchas cosas buenas y habrán contribuido en mayor o menor medida al avance industrial allá por donde han dado señales de vida, pero lo cierto es que ellas, las autovías, se han convertido en el enemigo público número uno de muchas de las grandes ciudades que hoy en día sobreviven en el sentido literal de la palabra al susodicho avance.

Hace ya tiempo que hablé de esto en el blog, pero esta semana iba camino de Zaragoza y me ocurrió que ni siquiera llegué a atisbar una Capital de provincia como lo es Teruel…

Llegué a la primera salida de Teruel. La pasé contento porque por fin llegar a Teruel era algo que se podía enmarcar en el progreso. Pasé una segunda salida a Teruel...empecé a mosquearme. Llegué a la salida de Cella.
Me había pasado Teruel y si no fuera porque la había visto anunciada dos veces en la autovía, nadie hubiera dicho que la había dejado atrás. ¿Podía ser que no me hubiera dado cuenta?...podía.
Más tarde, al volver de Calamocha, me fijé a ver si la veía. Pongo a Dios por testigo que yo no la vi. Y juro que se donde está Teruel…

Justo esto es lo que escribí hace ya casi dos años y esta semana me volvió a pasar lo mismo. Aunque esta vez fue peor, ni siquiera llegué a ver los carteles de anuncio.

Antes recuerdo que llegar a pasar al lado de Teruel era algo impresionante.

Ibas circulando con el camión por la carretera despacio, pues había más cuestas que en un gráfico de la bolsa, cuando al hacer un giro a izquierdas Teruel la imponente se presentaba ante ti en todo su esplendor.

No era una ciudad grande, pero su posición en alto, dominando totalmente la carretera de Zaragoza que circulaba a su lado la hacía omnipotente. Era bello ver ese puente que la caracteriza desde la carretera e imaginar cual debía ser la impresión que provocaba en los pobladores de la zona en plena edad media. Teruel era bonita de ver…aunque solo pasaras de largo sin quedarte a dormir por allí.

Hoy en día Teruel ya no es una ciudad, ni siquiera ese puente que tantas veces he admirado desde la cabina del camión, tampoco es ya ese bocadillo de tortilla de patatas que me hacía en un bar de carretera justo antes de sobrepasar del todo el polígono dirección a Zaragoza.

Hoy en día es solo una señal en la carretera. Una señal de las miles que ves pasar a diario en este trabajo. Para un neófito en esto del camión, Teruel no será nunca lo que es para gente como yo. Y mucho menos lo que fue para los que en sus tiempos una carretera buena era la que serpenteaba cortando las montañas…

Serpentear

Pudiera ser que finalmente haya acabado descubriendo que las carreteras que más me gustan son las que se ciñen a la montaña. Las que la recortan en continuas curvas y la rodean en un abrazo pacífico que le permite a ésta hacerse ver y notar en el conductor.

Son esas carreteras las que hacen que las vistan del paisaje le lleguen a uno al alma. Por ejemplo, para volver de Zaragoza a Algemesí tenía que pasar por Alcañiz, de allí ir a Alcorisa y después acercarme a Burriana para volver a cargar el camión. Ese trozo del viaje sí que fue fabuloso, de esos que uno recuerda de hace más o menos siete u ocho años por aquellos lares. Disfruté de lo lindo, admiré los paisajes, hablé con la montaña en alguna de esas ocasiones en las que un saliente me sorprendió al salir de una curva y me relajé hasta el punto de hacer el viaje de vuelta algo más que placentero.

Sí, las autovías son cómodas pero matan a las ciudades que circunvalan y destruyen el placer intrínseco que es conducir.

No niego que sean buenas, es más, más de una vez servidor las agradece, pero si al menos quienes deciden construirlas entendieran que además de ser medio de transporte deben continuar siendo un lugar de acercamiento entre ciudades…

4 Comentarios:

    Cierto, no se ve Teruel, todavia me pregunto como pudo pasar, no se dio cuenta nadie de los que estudiaran los proyectos, sabian lo que hacian dejando sin vista a Teruel, ... Debiod de ser por aprovechar las pegatinas que les quedarno sin veder de aquel eslogan de Teruel Existe, debia ser por esto precisamente, otra explicacin no le veo.

    Saludos

    Yo tampoco, creo que lo de esta ciudad pasará a los anales de la historia de los despropósitos...

    Te aseguro que los de Teruel hemos luchado durante mucho tiempo por conseguirla (era la única provincia sin un Km. de autovía) y los que viajamos semanalmente de Zaragoza a Teruel, y viceversa, lo agradecemos.
    De todas formas gracias por compartir un trocito de tu blog con mi querida ciudad.
    Un saludo

    Anónimo el 27 de marzo de 2010, 22:24 dijo...  

    Gracias por ese relato a favor de las viejas carreteras. Aunque no soy camionero, me gusta conducir y prefiero una carretera a una autovía.

    :)

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