Aunque dicen que los años te ayudan a endurecer el corazón y blindar los sentimientos, las despedidas, aunque sean de gente que sólo consigues leer muy de vez en cuando y casi siempre a un destiempo tal que pudiera llegar a parecer insultante, acaban afectándote aunque sea de forma tan solo tangencial.

Con los blogs, uno se acostumbra a escudriñar en las mentes de las personas que se han acabado convirtiendo en ciudadanos de tu micro-universo particular, enfundado en un lector de feeds tan especial y único como lo pueda ser cualquiera de nosotros, y que responde así en su conjunto a la construcción de un perfil particular de cada uno de nosotros, fabricado a base de percepciones, temáticas y opiniones tan variopintas y edificantes que su sola observación, exenta de prejuicio alguno, podría ser capaz de decir de nosotros mucho más de lo que nuestra propia bitácora pudiera ser capaz de dejar entrever entre sus miles de posts y comentarios.

El cierre de uno de estos blogs, sea del cariz que sea éste, no es tan solo el cierre de un blog sin más, sino que con él se elimina un elemento esencial de la ecuación que forma la totalidad de nuestra lista de blogs diarios de lectura y por ende, una parte importantísima de la suma que de entre todos los demás da como resultado el perfil del que hablábamos antes.

Y eso, aunque nos pudiera parecer una tontería cuando la defunción es tan solo una, crece exponencialmente cuando a ella se le suman las que durante años se han ido produciendo, ampliando así el enorme silencio que se crea con su desaparición y modificando finalmente la realidad que ve el posible observador de nuestra lista de blogs al tiempo que la distorsiona y despersonaliza violentamente.

Es, para explicarlo de la forma más gráfica posible, como si cada vez que una de nuestras lecturas causara baja, el agujero negro que habita en el centro de nuestra vía láctea (formada por todos los blogs que leemos habitualmente) creciera un poco más.

Con cada adiós el silencio se hace más grande. Y con cada silencio yo me diluyo un poco más en ese perfil bloguero que el observador cree adivinar como el real de mi persona, al tiempo que éste se acaba transformando en una mera distorsión de lo que yo en realidad soy.

Dedicado a todos los bloguers que un día desaparecieron de mis lecturas de forma voluntaria. Dedicado, en fin, a todos los que han contribuido a que el ruido del silencio se agrande en mi particular micro-universo feederiano.

6 Comentarios:

    Es curioso como se empieza con un ímpetu increíble, queriendo contar al mundo "tu verdad"... hasta que al final cierta supina decepción por no poder cambiar las cosas con tus palabras te llevan a la desgana y por fin, al abandono... creo que hay tema. ¿Podríamos ponernos de acuerdo y escribir el mismo día sobre el asunto? ;D (Pero sin organizar nada... que ya tengo más que suficiente :D.)

    @Angel Cabrera jajaja no te metas en charcos de los que no puedas después salir que si lo lee Senovilla nos la lía parda jajajaja

    Dicho eso...lo que quieras, estoy dispuesto para lo que haga falta jejeje

    Se me ocurre, por un decir, que cada uno podría reflexionar por qué se empieza con tanta vehemencia, tanto ímpetu, tantas ganas y luego, un día, estás hasta los mismísimos y lo mandas a freír chuchangas, que se dice por aquí. Pero, publicamos las reflexiones en los blogs intercambiados, tú en el mío y yo en el tuyo. :D

    @Angel Cabrera parece una buena idea...vale, lo hacemos tal como has dicho, pero recuerda, prácticamente estoy escribiendo mis posts en fin de semana ya que el camión me come muchas horas al día y casi no me da tiempo de hacer nada entre semana...así que dame un poco de tiempo (para este fin de semana que viene) para redactarlo y cuando los dos lo tengamos listo nos los intercambiamos y los publicamos.

    ¿Te parece?

    @Antonio E. Zafra

    Hecho!

    @Angel Cabrera Mañana me pondré a ello jejeje

Publicar un comentario