Déjenme que les diga una cosa. Aún hoy, cuatro días después de escribir el último post del blog, el desfallecimiento, el derrotismo y el desaliento que en un servidor de ustedes se instalaron mientras aporreaba el teclado se mantienen vivitos y coleando. Sinceramente diré que ni siquiera sabía si escribiría de nuevo. Es una pena, lo se. También una alegría para muchos otros. También lo se.

La verdad es que he estado toda la semana pensando sobre qué escribir. Uno no puede soltar la bomba del pasado Sábado y acto seguido continuar como si nada se hubiese dicho. No. Las cosas no funcionan, o no deberían funcionar así. Uno no puede llamar a la rebelión y la concienciación, para al minuto siguiente despacharse con un pseudopost en el que se incluye un videoclip de Iron Maiden.

Un post no se puede convertir en un micro-universo que en su punto y final selle para siempre una forma de ver o entender el mundo que le rodea. Por ello, los puntos finales de los posts deben ser vistos como simples puntos y seguidos. Uno no puede llamar a la concienciación y a renglón seguido participar de los despropósitos que los demás escupen al aire ante el aplauso generalizado. Uno no puede declararse defraudado y al minuto siguiente colaborar en el engorde del cerdo al que ha sentenciado a muerte.

Por ello los blogs tienen que ser vistos como una sucesión de pensamientos que tienen en común una sola cosa, el estado de ánimo de su autor. Y como tales reflejos, la lectura programada de éstos no puede en ningún caso convertirse en una montaña rusa que lleve al lector de una punta a otra de la escala de valores en la que basa su forma de ver el mundo el autor. Por eso me es tan complicado continuar.

Y siendo así las cosas a uno se le hace difícil despedirse de todo esto.

El blog sólo fue un simple divertimento en mis comienzos. Cuando a un servidor de ustedes no se le pasaba por la cabeza utilizarlo para exteriorizar los razonamientos que hasta ese momento mi cabezota mantenía escondidos incluso para mi. Más tarde, cuando aquellos pensamientos comenzaron a aflorar sin descanso, el blog se convirtió en una pasión, mi pasión.

Hoy las cosas han cambiado. Siempre escuché decir a los entendidos que la blogosfera era un reflejo fiel de la sociedad en la que vivimos. A mi particularmente me faltan hijos de puta. Me faltan ladrones, morosos, malas personas en general.

Si la sociedad tuviera que formarse a partir de los perfiles personales que se desprenden de los datos que cada usuario ofrece en su blog sobre si mismo, viviríamos en un país en el que no habría terrorismo, maltrato, asesinatos, robos o violaciones. Joder, viviríamos en el paraíso.

Por ello he llegado a la conclusión de que una de dos; o todos los crímenes con los que nos deleitan día tras día en los telediarios son una farsa, o lo que es más plausible, la mayoría de los que escriben en sus blogs mienten u omiten en muchas ocasiones lo que piensan de verdad al aporrear sus teclados.

Cualquiera de las dos opciones es mala. Eso si la segunda es nefasta si comprendemos que al aceptarla asumimos que la mayoría de las amistades que hemos formado a través de las bitácoras se basan en mentiras, omisiones y conveniencias varias. Es decir, que nos sinceramos con personas que no lo hacen con nosotros. O dicho de otra forma para que quede claro lo que quiero decir, que amamos sin ser correspondidos.

Ustedes verán cual de las dos opciones es la buena…

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