Escucho, desde que se hizo carne la reforma constitucional del art. 135 por obra y gracia de nuestros queridos diputados del Congreso, a una ingente marea ciudadana que repite al unísono un lamentable edicto que sin duda alguna no es más que un bulo, una mentira, una estafa. Los camperos de España, esos que tienen la suerte de gozar de las plazas de nuestras ciudades con un gratis total que bien define sus querencias ideológicas, no se cansan de proclamar a los cuatro vientos que la susodicha reforma ha convertido la constitución en una salvaguarda neoliberal que caerá sobre nuestras cabezas como si de la espada de Damocles se tratara.

Esos ciudadanos defienden el derecho del Estado a endeudarse para mantener unos servicios sociales básicos. Eso sí, olvidan que antes de endeudarse lo que un gobierno debería hacer es soltar lastre, en concreto todo el que hiciera falta, para que no se llegara a la encrucijada de tener que decidir si endiñar, a quienes aún están absortos en los brazos de su madre, la factura del desfase presupuestario.

En realidad uno podría estar de acuerdo en todo lo que desde las tiendas de campaña se dice y se pide. Digo más, lo estoy. El problema es que yo alzo la vista para ver más lejos. Masco las consecuencias de nuestros actos calibrándola con una mira que alcanza hasta nuestros descendientes que me permite adivinar, cuando no anticipar, lo que dichas decisiones pueden provocar en los distintos movimientos políticos que se pudieran avecinar.

Tal vez por eso aplaudiera a IU por la zancadilla que le dio a CIU. Tal vez por eso crea que sería mejor eliminar CCAA antes que derechos sociales. Ahorrar en políticos, que no en indispensables e inapelables políticas de ayuda familiar, escolar y sanitarias. Recortar ayuntamientos, eliminar diputaciones. En definitiva, podar en su máxima expresión todo el entramado administrativo que hace casi imposible acercarse un político para hacerlo bajar al albero de la plaza en que todos los ciudadanos lidiamos. Eliminar trabas, obstáculos, gastos innecesarios que no hacen más que poner escalones entre los votantes y quienes los representan en las cámaras.

Con menos políticos, Instituciones, los mismos impuestos que hoy pagamos y eliminando el contrato de por vida funcionarial, habría dinero suficiente como para equiparar sobradamente las ayudas familiares que ofrecen los países nórdicos con las nuestras. Se podrían hacer miles de guarderías gratuitas con sus correspondientes puestos de trabajo. Se podrían ofrecer todos los libros escolares gratuitamente, y no sólo para la educación primaria, sino también para la universitaria. Se podrían ofertar más becas en mejores condiciones para los estudiantes. Mejorar infinitamente las infraestructuras. Acelerar la tramitación de papeles.

Así las cosas, con un país que debe lo que no tiene, que necesita lo que no puede conseguir y que mata por asfixia a su descendencia por vía de la venta de deuda a un precio desorbitado, me es imposible aceptar que endeudarse es asegurar las políticas sociales.

Defender semejante desfachatez sólo lo puede hacer quien nunca ha sufrido una crisis económica de puertas de casa para adentro. Defender tamaña barbaridad es reconocer que nunca tuvo que eliminar su internet de los gastos corrientes. Que nunca dejó de comprar carne para pasarse a los congelados y el pescado. Que nunca tuvo que rebuscar céntimos entre los cojines del sofá para subsistir un día más en este país que se cae a pedazos. Decir y asegurar que ésta reforma convierte a la Constitución en una Carta Magna Neoliberal es, ni más ni menos, que hacer creer a la ciudadanía que los cerdos un día volarán.

Ustedes piénsenlo un momento y después decidan cual es su postura. No se fíen de lo que les cuenten y simplemente lleguen a sus propias conclusiones sin  que nadie les medie un sendero ideológico que seguir. Qué harían ustedes su fuesen Jose Luis (padre de todos) y vieran que los ingresos familiares decaen en un pozo sin fondo. ¿Pedir más dinero al banco, o eliminar la televisión por cable y el internet?¿Mantener su ritmo actual de gastos o comenzar a recortar en aquello que no fuese estrictamente necesario? O en su caso, para mantener el ritmo de vida que su familia lleva, ¿no aceptarían ustedes un segundo empleo?¿Uno que eliminara instituciones que se duplican y luchan por una cota de poder que les permita anular a la anterior?

¿De verdad ustedes creen que son necesarios dieciocho gobiernos con sus correspondientes diputados y un  senado con sus parlamentarios?¿Que se necesitan ocho mil ayuntamientos con sus respectivas diputaciones y confederaciones comarcales? ¿En serio se creen esa patraña que les dice que eso acerca el poder al pueblo?¿Cuanto de cercanos se sienten ustedes al presidente de su CCAA?¿Es esa cercanía mayor que la que sienten por el Presidente del Gobierno?

Respóndanse ustedes con el corazón. Si lo hacen mal, a los únicos que estarán engañando será a ustedes mismos. Plantéense de verdad qué Estado necesitan y actúen en consecuencia. Dejen de piar lo que otros les inculcan con sus evangelizaciones y aprendan de una vez a pensar por ustedes mismos. Acepten que las decisiones se han de someter a un juicio que las evalúe a un largo plazo que les permita suponer los movimientos que éstas provocarán y sabrán si ellas les convienen o no.

En definitiva, dejen de ser cortoplacistas y consumidores de eslóganes virales encaminados a comprarles un voto que es, a fin de cuentas, la única arma que tienen para sentirse de verdad representados en la esfera política.

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