Uno se pregunta de vez en cuando si no será verdad aquello de que nos ahogamos en la escoria que nosotros mismos creamos. Vivimos pendientes del mundo y el mundo, asqueroso en sus formas hasta para eso, nos obvia como obvia un elefante a una hormiga al pasar camino de la charca en la que disfrutará de unos momentos de alegría y regocijo. Nos quejamos del mundo y, para cuando el mundo nos permite poder informarnos a través de las Redes eligiendo nosotros mismos las fuentes de las que beberá nuestro desentrenado y cuasi atrofiado intelecto, vamos y nos apuntamos a las mismas misas de las que huimos desde el instante en que tomamos la primera comunión.

He estado observando mi propio TL. Es encender mi móvil para curiosear lo que por Twitter se escribe y caérseme los ojos al suelo. Todos y cada uno de los tuits que leo están ahí por mi, así que poco o nada puedo reprender a sus autores, pero me escama tener que leer de vez en cuando cosas, qué digo cosas chorradas que en lugar de favorecer opinión y debate promueven visceralidad y sectarismo a raudales.

Hubo un tiempo en que servidor creyó en una red copada por ciudadanos hambrientos de conversación. Hoy solo veo egos encriptados en seseras, que bien podrían haber elegido la rodilla para nacer, pero que tuvieron a bien hacerlo entre los hombros. El mundo hubiese ganado mucho con ese cambio. Nuestro TL es como los políticos a los que votamos. Tenemos la mierda que queremos y nadie salvo nosotros nos la impone. Yo personalmente estoy rodeado de sectarios, por aquí y por allí, que como yo, sectario donde los haya, se niegan a reconocer su falsa modestia y su limitada capacidad de diálogo porque éstas no salen a relucir a no ser que les niegues la mayor en un lance del debate.

El otro día salieron los datos del paro. Y de golpe me vinieron a la cabeza los recuerdos de las reacciones de los últimos años sobre esos mismos datos de Junio y los cambios de papeles entre unos y otros. Hoy el PP parece el PSOE del año pasado y al contrario. Mi TL ha sufrido una metamorfosis parecida. Pero no es culpa de ellos, sino mía. Yo los elegí para seguirlos y con patatas me los tendré que comer hasta que decida dejar de jugar a ser políticamente correcto para pasar a ser sencillamente yo.

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