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Seis millones de parados son muchos. Demasiados cuando, al mirar hacia la política, lo que nos llama la atención son los casos de corrupción. La desafección de la ciudadanía, por lo que ha acabado por convertirse en una casta khatriya al más puro estilo Indio, puede transformarse en la correa de transmisión que de una vez por todas saque a ésta del inmovilismo que la caracteriza. Tal vez sea cierto que no sepamos aún cómo realizar ese cambio que tanto necesita la sociedad, pero también lo es que ésta, por machacada, ignorada y hastiada, está cada vez más decidida a no dejar pasar ni una sin ejercer su derecho de réplica. Y así las cosas, políticos y palmeros, viviendo como viven en un mundo ya cuasi completamente conectado a la red de redes, continúan hablando a los ciudadanos como si de aquellos seres ignorantes que solo servían para votar cada cuatro años se tratara.

Sinceramente creo que las cosas van a cambiar. Creo a los que ahora dicen que las cosas cambiaran éste año recién comenzado, pero no por lo que ellos hagan o dejen de hacer, sino más bien por el propio ciclo de la economía. Creo que esta vez sí, los ciudadanos no olvidarán quienes los metieron en esta crisis, quienes los utilizaron para llegar al poder y quienes decidieron que tenían la memoria tan corta como para pasar por salva patrias dos días después de dejar al país en bancarrota. Creo que no olvidaremos lo que ocurre hoy en día. Que no descuidaremos el sufrimiento que tantas familias hoy padecen. Que no volveremos a votar a quienes por negarse a apoyar a unos se empecinan en mantener el error de otros. Que no, en definitiva, salvaremos ninguna sigla o eslogan que hasta ahora hayamos escuchado.

La finalidad última de Matrix, sino no lo recuerdan mal quienes vieran la película, era provocar un reset en todo el sistema para que éste volviera a funcionar perfectamente. Era cierto que en cuanto éste se producía el error comenzaba a gestarse de nuevo, pero el caso era que la moraleja de la trilogía era sencilla; no hay ningún sistema perfecto. Ello aplicado a la política significa que ninguno de los partidos que hoy pueblan los escaños debería sobrevivir a la revolución ciudadana y que ésta debería producirse sin duda en las urnas.

¿Creen en un cambio? Yo sí. Lo veo, lo siento y lo palpo cada día en la calle. Ya no hay políticos dignos de confianza. Tampoco movimientos ciudadanos teledirigidos desde los despachos del congreso que la tengan. El caldo de cultivo de la revolución en las urnas se está gestando en los telediarios, las tertulias, las radios y los periódicos. Y ninguno de los palmeros que dan forma a sus opiniones en ellos gozan ya de la credibilidad que antaño poseyeran.

Es mi impresión.

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