La ficción, por decirlo de una forma suave, con la que ayer nos deleitó el amigo Jordi ha causado estragos entre la fauna opinadora del país. Ayer se demostró que hay dos tipos de personas, las crédulas y las menos crédulas. Las primeras, las crédulas, descubrieron precipitadamente el lugar exacto en donde se encontraba el botón de borrar de su twitter.  Para desgracia de algunos, como Beatriz Talegón, no lo suficientemente rápido. Para las segundas, las menos crédulas, fue un shock que acabó en delirio humorístico mientras se deleitaban observando las 'marcha atrás' forzadas por los acontecimientos que protagonizaron las primeras. Incluso que experimentaron la vergüenza ajena al comprobar cómo gente formada y supuestamente informada se deslizaba sobre una ola ficticia sin darse cuenta del talegazo (pongo el paréntesis para acentuar el guiño humorístico jejeje) que se iban a pegan en unos instantes.

También ha demostrado la Operación Palace de Jordi algo que a mi me entristece sobremanera; la facilidad con la que una inmensa mayoría de ciudadanos somos capaces de interiorizar una fantasía cualquiera si se hace de la forma adecuada. Jordi tenía la certeza de que su prestigio le bastaría para urdir el plan. Aún así, decidió sumar a la pantomima una cantidad, quedemos en que cuanto menos sospechosa, de periodistas que estarían al tanto del circo del 23F y por consiguiente del que se iba a montar ayer por la noche y que permanecieron sorprendentemente discretos hasta el mismo fin del falso documental. Sin decir ni pío, nunca mejor dicho. Y ahí está lo peligroso; periodistas que permiten que una mentira sacuda una sociedad entera, y que viéndolo en directo a través de las redes sociales, permanecen en silencio mientras disfrutan del placer que parece les debió provocar la traca final del reconocimiento de la mentira.

Otra cosa que ha demostrado el documental es que más información, más interconectividad, o más globalización informativa, no son sinónimos de calidad en la información. Menos cuando ésta necesita del artificio del hagstag para canalizar la opinión, la ira, o el aleccionamiento que el arte de opinar suelen generar en los consumidores de dicha modalidad del periodismo.

Ayer Jordi nos trolleo a todos. A unos más que a otros. Pero por encima de todas las cosas, nos demostró que muchos de los que están abonados a las tertulias, no saben más que el resto de los mortales acerca de las cosas sobre las que día a día sientan cátedra. Ayer historiadores, periodistas y políticos, reputados todos, convirtieron un fake de Évole en trending topic y exclamaron a los cuatro vientos que era verdad lo que sencillamente Jordi se había inventado la mañana anterior. No les hicieron falta datos ni documentación al respecto, lo decía Jordi y por tanto era verdad.

Solo por eso, por lograr desenmascarar a todos esos chupópteros, tengo que felicitar a Jordi Évole . Sólo por eso, a mi humilde entender, queda justificado el falso documental.

2 Comentarios:

    Ayer Jordi Évole nos dio una valiosa lección a todos. Unos la aprendimos. Los que siguen enfadados, siguen sin haberlo aprendido.

    Un saludo.

    Cierto

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