Ha llegado la hora de la pose, la foto fija que tanto anhelan nuestros políticos, del buenismo desmesurado que convierte a personas que simplemente cumplieron con su deber, en guardianes perpetuos de un bien universal convertido en deuda que nunca seremos capaces de saldar. La hora en la que inclusive los enemigos de antaño proclaman alabanzas hacia quienes en vida únicamente dedicaron bilis, veneno y rabia. En los que el perfil de todos queda retratado en multitud de entrevistas tendentes a apuntarse el tanto de una supuesta confianza que la otra parte es incapaz de confirmar.

Es curioso ver cuanto cínico se suma al festín de las alabanzas. Cómo, pasmados, ven pasar de largo el tren de su momento en disputas inútiles. Cómo, en días como éste, pierden el tiempo rememorando un pasado que no arregla el hoy. Cómo, para los políticos de hoy, las lecciones del pasado no son más que papel mojado en la memoria. La memoria de todos. La memoria de Adolfo.

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