La confusión y la tergiversación de los hechos suelen ser los dos pilares sobre los que se sustentan los gallineros políticos a los que últimamente las televisiones nos tienen acostumbrados los fines de semana. Programas enteros capitalizados por panfleterismos desvergonzados que orgullosamente reniegan de la verdad en busca de un aplauso maquillado que les de rédito en sus egos dospuntoceristas. Voceros sin excusa de una forma de ver y entender el mundo que mana de la propia política que deploran, pero de la que se aprovechan para alimentar su aura populista. Maestros del rodeo para abordar cualquier tema con la técnica del despiste aseverativo consistente en sacar temas ajenos al debatido para ganarse un aplauso pactado de un público figurante que no hace más que responder a los carteles de 'silencio' o 'aplauso' que el regidor de turno planta frente a sus narices.

No hay nada mentalmente más nocivo para cualquier ciudadano que tomar la santa determinación de aposentarse en el sofá para ser testigo del desarrollo de uno de estos programas intentando sacar conclusiones sensatas de una oligarquía de opiniones plasmadas en gritos, rebuznos y memeces varias. No existe forma más rápida y eficaz de eliminar cualquier atisbo de esperanza en la posibilidad de regeneración política de un país que aquella en la que se incluye la necesidad de escuchar a necios para formar opiniones propias.

Intentar sacar conclusiones válidas, razonadas y moderadas de un debate de los de esta calaña es, además de improbable, imposible. Confiar en que alguna vez esto cambiará...inocente.


0 Comentarios:

Publicar un comentario